21 de julio de 2008
REPUBLICA DOMINICANA EN CIFRAS
Datos de interés general, sobre nuestro pais , presentados en cifras.
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17 de julio de 2008
ECOS DE GUIDO

Por Juan Carlos Espinal y Julia Bayona Mendoza
“Mi prioridad es conectar al PRD con la gente”. Guido:
En entrevista realizada en casa del ex consultor jurídico del poder ejecutivo, Dr. Guido Gómez Mazara, en compañía del Regidor del Distrito Nacional, Sr. Rolfi Rojas, el ex Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo y aspirante a la Secretaría General del PRD; respondió las preguntas de Juan Carlos Espinal y la comunicadora Julia Bayona Mendoza.
JCE: - Guido, ¿Cuáles son las perspectivas actuales para el PRD?
GGM: - Yo pienso que el partido después de esta fase electoral está en una fase de revisión de qué anduvo bien y que anduvo mal, y en este orden los compañeros empiezan a ver prioridades, porque en la agenda inmediata del partido lo que hay es pasar balance al proceso e inmediatamente establecer la fecha para la elección de las autoridades partidarias y aun que el compañero Ramón Alburquerque nos ha leído una resolución mediante la cual oficialmente no se puede hacer campaña interna, una resolución que se parece mucho a la vajilla china, ¿no es verdad?. Que todo el mundo la quiere pero no sabe donde ponerla. Hay intenciones de abrir las compuertas a una participación significativa; cada 4 años se abren elecciones, desafortunadamente cuando hay derrotas siempre vienen escarceos en términos de que si la dirección se queda, si se va, si renuncia antes de tiempo, yo no he querido involucrarme en hacer esos juicios, lo que si digo es que lo que se estila en cualquier partido moderno y civilizado, es que cuando se pierde una candidatura las directivas renuncien, los ejemplos: jairo García Almunia hizo la transición entre la gestión de Aznar y la victoria de Rodríguez Zapatero, cuando perdieron dos veces entregó la secretaría general, yo no estoy diciendo que la entregue ni estoy planteando eso como tema, porque si yo voy a ser un potencial aspirante sería una actitud de poca sinceridad ponerme a azuzar el fantasma de entrega.
Lo que me preocupa es que para el próximo año el partido va a estar en la lógica de las aspiraciones a regidurías, diputaciones, sindicaturas, senadurías, y elegir las autoridades del partido; entonces son 2 convenciones en un año.
Pero yo no tendría ningún inconveniente de esperar el plazo para presentar una candidatura dentro del partido.
JCE: -Tu tuviste una participación en el pasado proceso a la misma posición; el hecho de haber trabajado, obviamente un campo del terreno político, provocó la elección a la secretaría o la potencializó?
GGM: -Eso me ha dado dos pasos de ventaja, pero también yo pienso que el factor que más me va ha conducir a la secretaría general a mi es la actual coyuntura del país.
JCE: - ¡Por qué?
GGM: - Porque los Perredeístas saben que el secretario general que más se parece al PRD soy yo, y que sabe donde debe moverse el PRD, soy yo.
JCE: - ¡Por qué?
GGM: - Primero porque al partido hay que sacarlo para la calle. Yo pienso que el partido tiene que reconectarse con los sectores que tradicionalmente se desvinculó, yo pienso que donde haya un reclamo social el PRD debe participar, donde haya una demanda comunitaria legítima el PRD tiene participar, donde tengamos que hacerle una propuesta al gobierno el PRD tiene que participar.
Yo creo en una política de una gestión de oposición firme pero con propuestas. Te puedo poner un ejemplo, si yo fuera secretario del PRD en esta coyuntura, con el escándalo que hay en educación, con un suero para animales, que afecta a un millón potencial de niños, yo convoco a 200 mil perredeístas y los llevó a la Secretaría de Estado de Educación, presento una protesta formal y me voy a los tribunales ordinarios y someto a la compañía y someto a la Secretaría de Estado de Educación.
JCE: - Cual es la impresión Guido de lo que es el gobierno dominicano, en términos de lo que es el factor de reelección y lo que conlleva los fenómenos de corrupción y los fenómenos de continuismo.
GGM: – Yo soy amigo del modelo presidencial norteamericano, porque genera mayor movilidad en el liderazgo, porque usted agota 8 años y ya, y no preserva ese instinto de figuras eternas que viven deambulando en la escena pública por 40 y 50 años. Mi crítica al procedimiento de reelección consiste en el uso de los recursos del Estado, la carencia institucional que hay en el país para contrarrestar actividades de esa naturaleza, por ejemplo, en la pasada campaña presidencial, el gabinete completo estaba en campaña, ¿Quién estaba gobernado?, era la pregunta. Y cuando tú ves que en nombre de ese ejercicio de repostulación el presidente Fernández lo que hace es que genera nominillas, que coloca fondos públicos al servicio del partido, esos son elementos que diezman mucho la credibilidad de un proceso de repostulación del presidente de la República.
JCE: - No piensas que en lugar de una confrontación con el gobierno, es preferible cooperar, ayudar al gobierno dominicano a salir de los problemas del capitalismo actual?
GGM: - El primer problema que tiene el gobierno es que su categoría de “sabe sólo”, imposibilita que otros sectores colaboren con él. Este gobierno que tiene un ejercicio excesivo de suficiencia intelectual, cognoscitiva en todo el sentido de la palabra. Los peledeístas son “cabe solo”.
¿Cuál ha sido el problema?: Que los gestos de colaboración de la oposición, que más que recibir con los brazos abiertos cualquier propuesta hay una intención de trampa en el fondo, me explico: una de las banderas fundamentales que ha tenido el gobierno durante los últimos 4 años es que hay una estabilidad económica y no hay una estabilidad económica. Hay una estabilidad cambiaria, por que han podido mantener el tipo de cambio por 3 años y pico, casi 4 años, en RD $ 33 y 34. Sin embargo, lo que hay que preguntarse es la frase de Alejandro Grullón, que es un referente conceptual que hay que utilizar, “la economía va bien, pero ¿para quien?”, ¿para los de los Cacicazgos, los de Gualey, Guachapita, Los Mina? Esa es la pregunta.
JCE: - Entonces, ¿la oposición jugará a un papel de obstrucción al gobierno?, ¿Continuará la alianza con el partido Reformista?
GGM: - Yo pienso que el ejercicio de la política hoy en día, debe ser un ejercicio crítico y la sensatez no va a apostar por problemas sociales o políticos. Ese no es el problema. Aquí nadie quiere resquebrajar el orden democrático. El gran problema del gobierno es que el gobierno cree que los problemas se resuelven en los medios de comunicación. Y los problemas del país se resuelven en los estómagos de la gente. Nadie puede esgrimir como argumento que el PRD ha obstruido las iniciativas del Poder Ejecutivo en el Congreso. Ahí está como ejemplo la última rectificación fiscal. Cuando el gobierno ha querido ayuda para préstamos internacionales, ahí ha estado la mano del PRD. El PLD cuando Hipólito era gobierno, no levantaba la mano. Eso es para que no exista racionalidad. ¿Sobre el partido reformista?, esperamos que crezca y se recomponga. El gran problema del PRD es que el PRD debe volver ha tener el referente ideológico que le impregnó José Francisco Peña Gómez, es decir, un discurso de centro izquierda, la social democracia, por ejemplo, que conecte el mercado con las masas. Y si nosotros queremos conectar con una franja importante de la población tenemos que mover el partido hacia el centro, pero hacia la izquierda. Pero no lo hacemos por una postura coyuntural. Sino como reconocimiento a que hay que conectar con un amplio sector de la población que tiene una agenda diferente a la de los partidos políticos. Yo pienso que hay que tomar el tema ecológico y llevarlo a la agenda de los partidos. Sólo hay que ver lo que pasa con el río Nizao y maneje más al sur y verá dos o tres ingenieros del gobierno que lo que están haciendo es acabando. La educación es otro problema que hay que abordar con seriedad. Hay que leer el informe del PNUD. Es un descalabro nacional.
JCE: – Vamos a hacer bipartidismo. El PLD y PRD, por ahora dominan la escena política. El partido Reformista sale del escenario hasta convertirse en una fuerza política en descenso, es decir en picada. Piensas que surgirá una nueva fuerza política alternativa?, ¿No crees qué el siclo histórico es involutivo?
GGM: - Yo pienso que los partidos debemos ser más inteligentes que eso. Lo que tenemos que hacer es integrar a líderes de la sociedad civil, de la junta de vecinos, políticos independientes, es decir, incluyendo a la izquierda, gente como Fidel Santana, por ejemplo y darle el apoyo del PRD en su comunidades. Tú puedes estar seguro que gana con el apoyo del PRD. En términos prácticos una idea política se concretiza cuando hay una fuerza de un partido político detrás de ella. La sociedad civil tiene mejores candidatos que los propios partidos políticos, el problema es que hay que ver cómo se puede concretizar su participación. Si pones a Virtudes Álvarez a competir en su demarcación gana. Ponla para que tú veas. El tema no es instrumentalizar sus valores, sino una agenda de compromiso. Peña Gómez nos enseñó eso. Peña tuvo a su la do a Fernando Álvarez Bogar y ha González Espinosa. Peña lo hacía por que Peña era un líder visionario, y sabia que una política electoral iba de la mano de votos y su diversidad.
JCE: - ¿Cuál es tu posición con respecto a Miguel Vargas e Hipólito Mejía?
GGM: - Yo respeto la diversidad, yo soy fruto del consenso. Quien aspira a ser autoridad partidaria debe colocarse por encima de los intereses de grupo.
JCE: - ¿Cuales son tus prioridades?
GGM: - Las gasolinas, el cumplimiento del programa de gobierno. Llevar al gobierno del PLD a la legalidad. Por ejemplo, que el gobierno no le pida más sacrificios a la gente para satisfacer sus necesidades políticas.
JCE: -Tu piensas que habrá democratización en el PRD?
GGM: - Cuando Leonel explotó a Danilo mediante el proceso de compra la sociedad lo observó.
JCE: - Perdón, por ética política, debo decir que el proceso del PLD fue un proceso democrático, todos saben cuales son mis intereses, yo hablo en términos institucionales.
GGM: - Han utilizado los recursos del Estado.
JCE: - Pero no crees que lo que le dio el poder, es decir, la reelección a Leonel Fernández fue su inteligente política de alianzas?
GGM: - Si. Pero si en este país hay un partido que tiene un historial de alianzas ese es el PRD. El acuerdo de Santo Domingo. Hay una alianza histórica de la izquierda con el PRD. Hubo alianza MPD – PRD. El problema es que las alianzas se confunden con partidos políticos que combinan clientelismo con discurso de modernidad.
JCE: - Finalmente, tu piensas que va a haber una transformación del proceso electoral dominicano? La gente está muy traumatizada.
GGM: - Las manifestaciones de uso y abuso se manifiestan no sólo en el Poder Ejecutivo sino en los ayuntamientos. Pero los ayuntamientos la presencia de regidores de oposición se manifiestan y se articulan en base a acuerdos más programáticos, por que prima mucho el asunto de la región, es decir hay un poco más de control con respecto al poder ejecutivo. Pienso que si usted es regidor tiene una ventaja con respecto a su candidato opositor interno. Lo mismo pasa con un senador. Yo siento que dar empleos es tener ventaja con respecto del que no los da. Eso es un padecimiento colectivo. La clase política critica los privilegios, pero no renuncia a ellos. Es un asunto de toma de conciencia en principios generales.
Perfil político: Guido Gómez Mazara.
Abogado y político. Ex Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo. Miembro del Comité Político del PRD.
15 de julio de 2008
ECOS DE GUIDO GOMEZ MAZARA

Entrevista a Guido Gómez Mazara
Por Juan Carlos Espinal y Julia Bayona Mendoza
“Mi prioridad es conectar al PRD con la gente”. -Guido-
ECOS DE GUIDO GÓMEZ MAZARA
Por Juan Carlos Espinal y Julia Bayona Mendoza
“Mi prioridad es conectar al PRD con la gente”. Guido:
En entrevista realizada en casa del ex consultor jurídico del poder ejecutivo, Dr. Guido Gómez Mazara, en compañía del Regidor del Distrito Nacional, Sr. Rolfi Rojas, el ex Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo y aspirante a la Secretaría General del PRD; respondió las preguntas de Juan Carlos Espinal y la comunicadora Julia Bayona Mendoza.
JCE: - Guido, ¿Cuáles son las perspectivas actuales para el PRD?
GGM: - Yo pienso que el partido después de esta fase electoral está en una fase de revisión de qué anduvo bien y que anduvo mal, y en este orden los compañeros empiezan a ver prioridades, porque en la agenda inmediata del partido lo que hay es pasar balance al proceso e inmediatamente establecer la fecha para la elección de las autoridades partidarias y aun que el compañero Ramón Alburquerque nos ha leído una resolución mediante la cual oficialmente no se puede hacer campaña interna, una resolución que se parece mucho a la vajilla china, ¿no es verdad?. Que todo el mundo la quiere pero no sabe donde ponerla. Hay intenciones de abrir las compuertas a una participación significativa; cada 4 años se abren elecciones, desafortunadamente cuando hay derrotas siempre vienen escarceos en términos de que si la dirección se queda, si se va, si renuncia antes de tiempo, yo no he querido involucrarme en hacer esos juicios, lo que si digo es que lo que se estila en cualquier partido moderno y civilizado, es que cuando se pierde una candidatura las directivas renuncien, los ejemplos: jairo García Almunia hizo la transición entre la gestión de Aznar y la victoria de Rodríguez Zapatero, cuando perdieron dos veces entregó la secretaría general, yo no estoy diciendo que la entregue ni estoy planteando eso como tema, porque si yo voy a ser un potencial aspirante sería una actitud de poca sinceridad ponerme a azuzar el fantasma de entrega.
Lo que me preocupa es que para el próximo año el partido va a estar en la lógica de las aspiraciones a regidurías, diputaciones, sindicaturas, senadurías, y elegir las autoridades del partido; entonces son 2 convenciones en un año.
Pero yo no tendría ningún inconveniente de esperar el plazo para presentar una candidatura dentro del partido.
JCE: -Tu tuviste una participación en el pasado proceso a la misma posición; el hecho de haber trabajado, obviamente un campo del terreno político, provocó la elección a la secretaría o la potencializó?
GGM: -Eso me ha dado dos pasos de ventaja, pero también yo pienso que el factor que más me va ha conducir a la secretaría general a mi es la actual coyuntura del país.
JCE: - ¡Por qué?
GGM: - Porque los Perredeístas saben que el secretario general que más se parece al PRD soy yo, y que sabe donde debe moverse el PRD, soy yo.
JCE: - ¡Por qué?
GGM: - Primero porque al partido hay que sacarlo para la calle. Yo pienso que el partido tiene que reconectarse con los sectores que tradicionalmente se desvinculó, yo pienso que donde haya un reclamo social el PRD debe participar, donde haya una demanda comunitaria legítima el PRD tiene participar, donde tengamos que hacerle una propuesta al gobierno el PRD tiene que participar.
Yo creo en una política de una gestión de oposición firme pero con propuestas. Te puedo poner un ejemplo, si yo fuera secretario del PRD en esta coyuntura, con el escándalo que hay en educación, con un suero para animales, que afecta a un millón potencial de niños, yo convoco a 200 mil perredeístas y los llevó a la Secretaría de Estado de Educación, presento una protesta formal y me voy a los tribunales ordinarios y someto a la compañía y someto a la Secretaría de Estado de Educación.
JCE: - Cual es la impresión Guido de lo que es el gobierno dominicano, en términos de lo que es el factor de reelección y lo que conlleva los fenómenos de corrupción y los fenómenos de continuismo.
GGM: – Yo soy amigo del modelo presidencial norteamericano, porque genera mayor movilidad en el liderazgo, porque usted agota 8 años y ya, y no preserva ese instinto de figuras eternas que viven deambulando en la escena pública por 40 y 50 años. Mi crítica al procedimiento de reelección consiste en el uso de los recursos del Estado, la carencia institucional que hay en el país para contrarrestar actividades de esa naturaleza, por ejemplo, en la pasada campaña presidencial, el gabinete completo estaba en campaña, ¿Quién estaba gobernado?, era la pregunta. Y cuando tú ves que en nombre de ese ejercicio de repostulación el presidente Fernández lo que hace es que genera nominillas, que coloca fondos públicos al servicio del partido, esos son elementos que diezman mucho la credibilidad de un proceso de repostulación del presidente de la República.
JCE: - No piensas que en lugar de una confrontación con el gobierno, es preferible cooperar, ayudar al gobierno dominicano a salir de los problemas del capitalismo actual?
GGM: - El primer problema que tiene el gobierno es que su categoría de “sabe sólo”, imposibilita que otros sectores colaboren con él. Este gobierno que tiene un ejercicio excesivo de suficiencia intelectual, cognoscitiva en todo el sentido de la palabra. Los peledeístas son “cabe solo”.
¿Cuál ha sido el problema?: Que los gestos de colaboración de la oposición, que más que recibir con los brazos abiertos cualquier propuesta hay una intención de trampa en el fondo, me explico: una de las banderas fundamentales que ha tenido el gobierno durante los últimos 4 años es que hay una estabilidad económica y no hay una estabilidad económica. Hay una estabilidad cambiaria, por que han podido mantener el tipo de cambio por 3 años y pico, casi 4 años, en RD $ 33 y 34. Sin embargo, lo que hay que preguntarse es la frase de Alejandro Grullón, que es un referente conceptual que hay que utilizar, “la economía va bien, pero ¿para quien?”, ¿para los de los Cacicazgos, los de Gualey, Guachapita, Los Mina? Esa es la pregunta.
JCE: - Entonces, ¿la oposición jugará a un papel de obstrucción al gobierno?, ¿Continuará la alianza con el partido Reformista?
GGM: - Yo pienso que el ejercicio de la política hoy en día, debe ser un ejercicio crítico y la sensatez no va a apostar por problemas sociales o políticos. Ese no es el problema. Aquí nadie quiere resquebrajar el orden democrático. El gran problema del gobierno es que el gobierno cree que los problemas se resuelven en los medios de comunicación. Y los problemas del país se resuelven en los estómagos de la gente. Nadie puede esgrimir como argumento que el PRD ha obstruido las iniciativas del Poder Ejecutivo en el Congreso. Ahí está como ejemplo la última rectificación fiscal. Cuando el gobierno ha querido ayuda para préstamos internacionales, ahí ha estado la mano del PRD. El PLD cuando Hipólito era gobierno, no levantaba la mano. Eso es para que no exista racionalidad. ¿Sobre el partido reformista?, esperamos que crezca y se recomponga. El gran problema del PRD es que el PRD debe volver ha tener el referente ideológico que le impregnó José Francisco Peña Gómez, es decir, un discurso de centro izquierda, la social democracia, por ejemplo, que conecte el mercado con las masas. Y si nosotros queremos conectar con una franja importante de la población tenemos que mover el partido hacia el centro, pero hacia la izquierda. Pero no lo hacemos por una postura coyuntural. Sino como reconocimiento a que hay que conectar con un amplio sector de la población que tiene una agenda diferente a la de los partidos políticos. Yo pienso que hay que tomar el tema ecológico y llevarlo a la agenda de los partidos. Sólo hay que ver lo que pasa con el río Nizao y maneje más al sur y verá dos o tres ingenieros del gobierno que lo que están haciendo es acabando. La educación es otro problema que hay que abordar con seriedad. Hay que leer el informe del PNUD. Es un descalabro nacional.
JCE: – Vamos a hacer bipartidismo. El PLD y PRD, por ahora dominan la escena política. El partido Reformista sale del escenario hasta convertirse en una fuerza política en descenso, es decir en picada. Piensas que surgirá una nueva fuerza política alternativa?, ¿No crees qué el siclo histórico es involutivo?
GGM: - Yo pienso que los partidos debemos ser más inteligentes que eso. Lo que tenemos que hacer es integrar a líderes de la sociedad civil, de la junta de vecinos, políticos independientes, es decir, incluyendo a la izquierda, gente como Fidel Santana, por ejemplo y darle el apoyo del PRD en su comunidades. Tú puedes estar seguro que gana con el apoyo del PRD. En términos prácticos una idea política se concretiza cuando hay una fuerza de un partido político detrás de ella. La sociedad civil tiene mejores candidatos que los propios partidos políticos, el problema es que hay que ver cómo se puede concretizar su participación. Si pones a Virtudes Álvarez a competir en su demarcación gana. Ponla para que tú veas. El tema no es instrumentalizar sus valores, sino una agenda de compromiso. Peña Gómez nos enseñó eso. Peña tuvo a su la do a Fernando Álvarez Bogar y ha González Espinosa. Peña lo hacía por que Peña era un líder visionario, y sabia que una política electoral iba de la mano de votos y su diversidad.
JCE: - ¿Cuál es tu posición con respecto a Miguel Vargas e Hipólito Mejía?
GGM: - Yo respeto la diversidad, yo soy fruto del consenso. Quien aspira a ser autoridad partidaria debe colocarse por encima de los intereses de grupo.
JCE: - ¿Cuales son tus prioridades?
GGM - Las gasolinas, el cumplimiento del programa de gobierno. Llevar al gobierno del PLD a la legalidad. Por ejemplo, que el gobierno no le pida más sacrificios a la gente para satisfacer sus necesidades políticas.
JCE: -Tu piensas que habrá democratización en el PRD?
GGM: - Cuando Leonel explotó a Danilo mediante el proceso de compra la sociedad lo observó.
JCE: - Perdón, por ética política, debo decir que el proceso del PLD fue un proceso democrático, todos saben cuales son mis intereses, yo hablo en términos institucionales.
GGM: - Han utilizado los recursos del Estado.
JCE: - Pero no crees que lo que le dio el poder, es decir, la reelección a Leonel Fernández fue su inteligente política de alianzas?
GGM: - Si. Pero si en este país hay un partido que tiene un historial de alianzas ese es el PRD. El acuerdo de Santo Domingo. Hay una alianza histórica de la izquierda con el PRD. Hubo alianza MPD – PRD. El problema es que las alianzas se confunden con partidos políticos que combinan clientelismo con discurso de modernidad.
JCE: - Finalmente, tu piensas que va a haber una transformación del proceso electoral dominicano? La gente está muy traumatizada.
GGM - Las manifestaciones de uso y abuso se manifiestan no sólo en el Poder Ejecutivo sino en los ayuntamientos. Pero los ayuntamientos la presencia de regidores de oposición se manifiestan y se articulan en base a acuerdos más programáticos, por que prima mucho el asunto de la región, es decir hay un poco más de control con respecto al poder ejecutivo. Pienso que si usted es regidor tiene una ventaja con respecto a su candidato opositor interno. Lo mismo pasa con un senador. Yo siento que dar empleos es tener ventaja con respecto del que no los da. Eso es un padecimiento colectivo. La clase política critica los privilegios, pero no renuncia a ellos. Es un asunto de toma de conciencia en principios generales.
Perfil político: Guido Gómez Mazara.
Abogado y político. Ex Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo. Miembro del Comité Político del PRD.
30 de junio de 2008
9 de junio de 2008
AUGE Y CAIDA DEL CAPITALISMO DE ESTADO
Por: Juan Carlos Espinal
INTRODUCCION
EL PRINCIPIO DE LOS PRINCIPIOS
Es bien conocido que los Estados Unidos siempre que fraguó un plan de acción contra Republica Dominicana, en los días del terrorismo de estado, 1966-1978, o mas adelante, para perpetrar la interminable cadena de sedición, actos subversivos y desembarco de invasión, organizados y dirigidos por la CIA, en cada ocasión, ocultaría siempre sus actividades criminales bajo el manto de determinadas organizaciones empresariales, eclesiásticas, culturales, militares y políticas bajo consignas contrarrevolucionarias, 1963. La cantidad de nombres y siglas que la embajada norteamericana en Santo Domingo ha creado sólo basta para fundamentar nuestra denuncia, ¿Quién sino la CIA, al amparo de las condiciones de sometimiento militar imperialista, en el Hemisferio Occidental, puede dar golpes de estado, asesinar disidentes ideológicos y financiar los partidos políticos dominicanos? Grupos nacionales, e instituciones no gubernamentales de la llamada sociedad civil reciben fondos a través de un vasto programa de financiación cuyos cabecillas principales están estrechamente vinculados a las actividades de los norteamericanos contra los intereses de la República Dominicana. US-AID. Muchas veces el trabajo sucio se realiza por otros medios, y la opinión pública creada sirve para que la oligarquía se atribuya la paternidad de los hechos. Como se puede apreciar, desde 1907, en el siglo 20, fueron organizados sabotajes político-electorales de extraordinaria gravedad contra la soberanía del estado-nación, 1930. Los dominicanos de libre pensamiento, y los intelectuales revolucionarios han de discutir con los gobiernos nacionales, cual fuese, una solución a los problemas. Pero tiene que ser, de ahora en adelante, sobre la base del cese definitivo de la monstruosidad capitalista. El imperialismo, el neoliberalismo, el neocolonialismo, la xenofobia y la brutal explotación de los recursos naturales nos acercan cada día más hacia una irreversible conmoción social. Las ideas por las cuales otros ciudadanos lucharon sirven como ejemplo del mundo al que se aspira porque nuestra lucha es universal.
Capitulo I
EL PRINCIPIO DE LOS PRINCIPIOS
Tanto la descolonización como las revoluciones transformaron drásticamente el sistema político. Así pues la organización social indígena fue destruida, al menos en su generalidad. De manera que pasaríamos a ser un pueblo de corte occidental. España nos transmitiría su lengua, religión, formas de vestir y comer, ganados e instituciones jurídicas y civiles, aún cuando carecían de capacidad como Estado para ser un imperio convirtiéndose pues, en una profunda contradicción que nosotros heredaríamos y por supuesto transmitiríamos de generación en generación, hasta llegar a ser lo que somos hoy, incluso en América donde la temprana descolonización añadiría una docena más. Sin embargo, lo importante de esto no era su número sino el enorme y creciente peso y presión demográfica que representaba en conjunto.
Desde la primera revolución industrial, y es posible que desde el Siglo XVI este equilibrio se había inclinado a favor del mundo "desarrollado". Esta explosión demográfica en los países pobres como en República Dominicana despertó por primera vez una grave preocupación internacional a finales del siglo XIX. Nuestra población ha crecido desordenadamente y cada día los gobiernos son más deficitarios provocando subsidios irresponsables y peor aún con más bocas que alimentar y con menos capacidad de producción. La explosión demográfica del mundo pobre es elevada porque los índices básicos de natalidad suelen ser mucho más altos que los del mismo período histórico en los países desarrollados y porque los elevados índices de mortalidad que antes frenaban el crecimiento de la población cayeron a partir de los años setenta a un ritmo cuatro o cinco veces más rápido que el de la caída que se produjo en Europa del siglo XDC. Y es que, mientras en Europa éste descenso tuvo que esperar hasta que se produjo una mejora gradual en la calidad de vida y del entorno, la nueva tecnología barrió con los países pobres en forma de medicinas y la revolución del transporte. Así a partir de los años cincuenta las innovaciones médicas y farmacológicas estuvieron disponibles para salvar las vidas a gran escala, debido a la aparición de los antibióticos y algo que antes era imposible conseguir, salvo tal vez de las enfermedades como la viruela, diarrea, etc. Así, mientras los dominicanos vivían más y mejor que décadas pasadas, las tasas de mortalidad se reducían verticalmente a tal punto, que la población se dispararía aún cuando la economía y las instituciones fueran inestables. De manera que la explosión demográfica es el hecho fundamental de nuestra existencia. Al tratar de estabilizar nuestra población con natalidad y mortalidad bajas con algún tipo de planificación familiar estamos creando mayores problemas de población y es improbable que podamos resolver nuestros índices de pobreza. Sin embargo, nuestras preocupaciones no sólo radican en el fondo, sino en la forma.
Así mismo, nuestra sociedad se ha visto obligada a adoptar sistemas políticos derivados de nuestros conquistadores o amos imperiales. Así que, una minoría de los que surgieron de las evoluciones sociales siguió el modelo de la Revolución Soviética. En teoría, el mundo dominicano estaba lleno de los que pretendían ser repúblicas parlamentarias con elecciones libres y de una minoría de repúblicas democráticas populares de partido único. En particular estas etiquetas indicaban como máximo en que lugar de la escena internacional querían situarse como solían serlo nuestras propias constituciones y por los mismos motivos en la mayoría de los casos, carecería de las condiciones materiales y políticas necesarias para hacer viables nuestro sistema. Esto sucedía incluso con los comunistas, aunque su estructura autoritaria y el recurso a un "partido único dirigente" hacía que resultase menos inadecuado en un entorno no occidental que en las repúblicas liberales. Así, uno de los pocos ideales comunistas era la supremacía del partido sobre el ejército. De paso, los mecanismos de control se fueron perdiendo y las fuerzas armadas tendrían protagonismo semejante o incluso superior al poder civil. Además, la intervención en aspectos administrativos provocaría el enriquecimiento asombroso de generales y oficiales medios. Estos recibirían cuantiosos subsidios y suministros a través de las intendencias y en algunos de los casos, existió mayores posibilidades políticas que nunca. A los militares se les mantendría alejados del poder civil, gracias a la presunción de la supremacía civil a través del partido.
Las perspectivas fueron pocas y así la transacción hacia la democracia liberal se negociaría con poco éxito bajo la égida de la intervención y las constantes intentonas golpistas de unos oficiales recalcitrantes durante los periodos de ciertos aires democráticos. La democracia sería abortada y nuevamente la pobreza se expandiría notablemente. Así, la amenaza se mantendría aunque en los años setenta se producirían manejos todavía por explicar en las obscuridades de la filtración de la CÍA, y los paramilitares supuestos del servicio secreto y del terrorismo de Estado. Quizás solo en los traumas de la descolonización, los dominicanos llegaríamos a ser intolerantes y la tentación de retener el poder de parte de los políticos fue inútil al hundirse la economía y pronto caeríamos bajo el escenario de la confrontación social. La guerra civil será el legado de la miseria dejando recuerdos en toda la sociedad, recuerdos y cicatrices que aún no se han borrado. Los regímenes autoritarios sintieron afición por torturar a sus oponentes, dejando muchas madres solteras y padres sin trabajo, hundiéndonos de cabo a rabo bajo el peso de nuestra propia estupidez. La situación era más favorable a una intervención militar, sobre todo en la República Dominicana donde un grupo de comerciantes era capaz de manejar la economía, introduciendo conceptos ideológicos parecidos a épocas medievales. El dominicano aspira a esforzarse y vivir en orden con la esperanza (a menudo vana) de que un Mesías asumiese la redención de sus propósitos. De todos modos el más leve indicio de que los gobiernos del país cayeran en manos de los comunistas garantizaba el apoyo de los norteamericanos y como consecuencia no sólo se minó el sentimiento de autoestima, sino que el vacío se produciría influiría en la voluntad dominicana de adherir otros valores extraños anteponiéndolos a los suyos. Si la espectacular aceleración del crecimiento poblacional que hemos experimentado en este siglo continuase, la catástrofe sería inevitable. La invención de la agricultura fue realmente toda una revolución con consecuencias determinantes para el desarrollo posterior de la República Dominicana.
La transición a la agricultura, no obstante, no fue una invención inmediata que se propagó rápidamente. Más bien, fue un proceso evolutivo durante el cual cazadores y recolectores se fueron dando cuenta de que por un lado los animales estaban desapareciendo y por el otro lado era posible domesticar ciertas plantas alimenticias. De manera que la vida de los dominicanos, específicamente del campesinado, comenzó a depender cada vez más de los alimentos plantados. Llegaría la recolección y de paso los asentamientos a gran escala, produciéndose un crecimiento poblacional sin ningún tipo de ordenamiento urbano. De manera que la población aumentó, en el mismo período de la recolección con mayor intensidad que la producción provocando desde entonces los primeros niveles de desigualdad. Estos pequeños asentamientos pasaron de nómadas a sedentarios, aunque este fue un proceso lento que comenzó en pocos lugares y que desde la llegada de Cristóbal Colón a la isla, se iría expandiendo, incluso, hasta nuestros días. Luego en los primeros centros urbanos se inventa la vivienda, creada de baño y piedra y así sucesivamente. Cabe resaltar que desde nuestros orígenes fuimos depredadores y el salto de nuestra economía hacia niveles productivos deberá representar el gran reto de nuestra nación. De hecho, nuestro paso desde la Edad de Piedra hasta la Edad de los metales, pinta de cuerpo entero lo difícil que nos cuesta avanzar siquiera paulatinamente. Esto prolongaría nuestro retroceso cultural y de este sistema fue surgiendo una población sin estímulos más que vivir primitivamente. Este proceso sería el patrón seguido cotidianamente y reproducido durante siglos.
Nuestra decadencia se hizo patente antes, mucho antes del descubrimiento y se puede advertir en los niveles de vida de nuestros indígenas. Así se tendrá, que pagar un precio muy alto para avanzar, sin ningún tipo de técnicas de producción, medios de comunicación y sin mercados donde comprar. De manera que las luchas de las potencias europeas influenciaron a Santo Domingo y por consiguiente a la población, la cual heredaría una inestable voluntad para enfrentar los fenómenos y virtudes de nuestras limitaciones. Vale la pena advertir que sólo en los traumas de la descolonización, en la derrota a manos de los insurrectos de las colinas, los dominicanos llegaríamos a conocer la intolerancia y así estudiando nuestro pasado podríamos comprender el papel de la oligarquía, quienes desde entonces han sentido una tentación enorme de subyugar al pueblo, ya sea por golpes militares, evasión fiscal, corrupción administrativa y desmanes ideológicos que nos hundirían de una manera singularmente absurda. De modo que la situación era más favorable a una intervención del poder imperial sobre todo en un Estado de reciente creación, débil y diminuto donde apenas un centenar de hombres descalzos y armados con armas infuncionales podrían resultar decisivos para lograr la independencia nacional. Lo cierto es que curiosamente, esta separación (llamada irónicamente independencia) en lugar de acentuar la estabilidad política y económica de la nación dominicana, lleno un vacío profundo provocando estados recurrentes de caos y donde la inexperiencia o la incompetencia de los gobiernos era fácil que se produjera la confusión. Nuestros típicos gobernantes fueron hombres comunes del pueblo, con más arrojo que heroísmo, quienes eran aspirantes a dictadores o en el mejor de los casos, se esforzaban para no fracasar y poner en orden la situación por lo que muy pocos duraban en el cargo. Nuestro sistema político no era una forma especial de crear estabilidad, sino inseguridad del entorno. Esto iría adueñándose cada vez más de los sentimientos colectivos de nuestros ciudadanos. La práctica totalidad de nuestro territorio era dependiente del exterior y sus líderes no se fueron comprometiendo en políticas que requerían justamente la clase de Estado estable, eficaz y con un adecuado nivel de funcionamiento del que muy pocos disfrutaban. Estaban comprometidos en ser económicamente dependientes y subdesarrollados. Después de la descolonización parecía que ya no había futuro para los viejos programas de desarrollo basados en el suministro de materias primas al mercado nacional dominado por los países imperialistas. En todo caso, esto había dejado de parecer factible a partir de la gran depresión.
Además, como veremos más adelante, tanto el nacionalismo como el antiimperialismo pedían políticas de menor dependencia respecto a los antiguos imperios y el ejemplo de la URSS constituía un modelo alternativo de "desarrollo", un ejemplo que nunca había parecido tan impresionante como en los años posteriores a 1945. Es por ello que los estados más ambiciosos decidieron acabar con su atraso agrícola, mediante una industrialización sistemática, bien fuese según el modelo soviético de planificación central, bien mediante la sustitución de importaciones, basados ambos, aunque de forma diferente, en la intervención y el predominio del Estado. Hasta nosotros, los dominicanos, quienes éramos menos ambiciosos, quienes soñábamos con un futuro de grandes complejos hidroeléctricos a la sombra de presas colosales, queríamos controlar y desarrollar por nuestra propia cuenta nuestros recursos. Así, los gobiernos o mejor escrito, Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961) siguiendo el ejemplo de México en 1938, comenzó a nacionalizar las empresas y gestionarlas como empresas estatales. En definitiva nuestros gobiernos aún en el proceso de descolonización cultural no les importaban en absoluto depender de capitalistas a la antigua y pretendieron el marco de una economía dirigida. Seguramente el Estado de este tipo se mantuvo viviendo a expensas de déficits constantes. Es por ello que los dominicanos que vivían en zonas alejadas y atrasadas se dieron cuenta de la ventaja de tener estudios superiores, aunque no pudieran compartirlos, o tal vez porque no podían obtenerlos. Así, conocimiento equivalía literalmente, a poder, algo especialmente visible en nuestro país, donde el Estado es a los ojos de los ciudadanos una máquina que absorbía sus recursos y los repartía entre los empleados públicos. Tener estudios era tener un empleo, a menudo un empleo asegurado, como funcionario y con suerte, hacer carrera, lo que le permitía al ciudadano obtener sobornos y comisiones y dar trabajo a parientes y amigos. Un pueblo como el dominicano, que invierte en los estudios de uno de sus jóvenes esperaba recibir a cambio ingresos y protección para toda la comunidad, gracias al cargo de la administración que estos estudios aseguraban. En cualquier caso, los funcionarios que tenían éxito eran los mejores pagados en toda la población.
República Dominicana fue tan pobre, que los servidores públicos se enriquecieron brutalmente. Incluso, sus habitantes perderían la capacidad del ahorro y salario real. Donde parecía que la gente pobre del campo podía beneficiarse de las ventajas de la educación u ofrecérselas sus hijos, el deseo de aprender era prácticamente universal y cerca del colonialismo. Estas ansias de conocimiento explican en gran medida la enorme migración del campo a la ciudad que despobló el agro y la capacidad productiva del país a partir de los años cincuenta. Y es que la ciudad resulta atractiva y ante todo ofrecía oportunidades de educación, y formación de los hijos. La mentalidad vigente era la que en la ciudad se podía "llegar a ser alguien". La escolarización abrió perspectivas más halagüeñas, pero en nuestro atrasado país, el mero hecho de conducir un vehículo moderno y poseer una piel clara podía ser la clave de una vida mejor. Lo primero que un campesino le enseñaba a sus hijos y sobrinos era la esperanza de abrir el camino a un nuevo mundo moderno como "la capital", ya sea conduciendo un vehículo de transporte público o por el contrarío creando un tarantín debajo de los edificios más modernos de la ciudad. Sin embargo, había sido y resultaba atractivo, ya que afectaba a la tres quintas partes o más de los campesinos que vivían en la agricultura; la reforma agraria, era la consigna general de los gobiernos dominicanos, aun cuando no significó la gran cosa, desde la división y el reparto de los latifundios entre el campesinado y los jornaleros sin tierra, hasta la abolición de los regímenes de propiedad y las servidumbres de tipo feudal desde la rebaja en los arrendamientos y sus reformas hasta la nacionalización y colectivización revolucionaria de la tierra. El agricultor dominicano apenas comenzaría a abandonar las cosechas y depredar los conucos. Es probable que jamás se hallan producido tantas reformas agrarias como en la década de los setenta, donde casi la mitad del género humano se estaba dando cuenta que se hacían más pobres. No obstante, a pesar de la proliferación de las declaraciones políticas, la República Dominicana tuvo demasiadas revoluciones, descolonizaciones o derrotas militares como para que hubiese una reforma agraria exitosa. Los argumentos a favor de la reforma agraria eran básicamente políticos, para ganar demagógicamente el apoyo del campesino de una manera ideológica y en algunas ocasiones económicamente, aunque no era mucho de lo que los reformadores "reformistas" esperaban recibir con el simple reparto de tierras a los campesinos tradicionales y a los peones que tenían poca o ninguna tierra. De hecho, la producción agrícola cayo drásticamente luego de los repartos, aunque la preparación del campesinado mejoró.
Los argumentos favorables a los mantenimientos de un campesinado numeroso eran y son antieconómicos ya que en la historia del mundo moderno el gran aumento de la producción agrícola ha ido en paralelo con el declive de la media de la proporción de agricultores, en especial luego de la guerra civil de 1965. La reforma agraria, sin embargo, podía demostrar que el cultivo podía ser más eficiente y flexible que el latifundio practicado en tierras despojadas por militares, políticos y empresarios y ciertamente cualquier intento se consideró una explotación que hizo que los productos llegaran más caros y con menos calidad a la población, debido pues, a los intermediarios. Mientras la disparidad de los ingresos de los dominicanos aumentaba el desarrollo económico se estancaba. La igualdad de la productividad se asemejaba a una distribución de pobreza.
Verdaderamente la desigualdad social de la República Dominicana no puede dejar de guardar relación con la ausencia de reforma agraria en tanto esta fuera acogida por el campesinado, por lo menos hasta que pasó de la colectivización de las tierras a la constitución de cooperativas, como fue norma de los países comunistas. Sin embargo, lo que los modernizadores vieron en esta reforma no era lo que representaba para los campesinos a quienes no interesaban los asuntos macroeconómicos sino que veían la política nacional desde un punto de vista paralelo de los pensadores de las ciudades y cuyas demandas de tierras no se basaban en los principios generales sino en exigencias concretas. Así la reforma agraria instituida por sectores del Gobierno del doctor Joaquín Balaguer fracasó debido a que las comunidades campesinos han vivido en difícil coexistencia con las grandes haciendas ganaderas del país, a las que proporcionaran mano de obra, y la repartición de tierras fue vista simplemente como la devolución al campesino de las tierras despojadas por generales, políticos y terratenientes cuyos límites había conservado en sus recuerdos durante siglos y cuya pérdida no habían aceptado. A los campesinos dominicanos no les importaba ni el mantenimiento de las viejas empresas como unidades de producción ni los experimentos cooperativistas, ni otras prácticas agrícolas innovadoras, sino la asistencia mutua tradicional en el seno de las comunidades que distaban mucho de ser igualitarias. Después de la reforma las comunidades volvieron a "ocupar" las tierras de las haciendas convertidas en cooperativas como si nada hubiese cambiado en el conflicto entre haciendas y comunidades. Para ellos había cambiado realmente. La reforma agraria sería pues un éxito político de los Gobiernos de Joaquín Balaguer, pero sin consecuencias económicas de cara al desarrollo posterior agrícola de República Dominicana.
No ha de sorprender que un estado poscolonial como el nuestro fuera una región dependiente del viejo mundo imperial e industrializado. Lo que básicamente ocurría era que para otras sociedades desarrolladas era factible tratar con sociedades pobres en comparación con el mundo desarrollado e incluso resultaba posible reconocernos como dependientes. De manera, que se iría formando un pensamiento obtuso en materia económica donde se llegó a pensar que el mercado mundial del capitalismo o la libre iniciativa de la empresa privada doméstica no proporcionaría el desarrollo. Además, durante la guerra fría todos pensarían que era inevitable aliarse a los Estados Unidos o la Unión Soviética. Nuestros pensadores en su mayoría no eran más que inspiradores radicales o ex-revolucionarios anticolonialistas quienes se oponían a todo vestigio de crecimiento. Todos ellos, al igual que otros regímenes decían ser socialistas a su manera. Simpatizaron con la Unión Soviética o por lo menos estaban dispuestos a recibir su asistencia económica y militar, lo cual no resulta sorprendente ya que los Estados Unidos habían abandonado su tradición anticolonialista de la noche a la mañana, después de que el mundo quedase dividido y buscaban ostensiblemente aliados entre los elementos más conservadores del tercer mundo. No obstante, la diferencia de los simpatizantes de los Estados Unidos en República Dominicana era la intención de unirse antes que verse en conflictos potenciales y en crisis políticas. Aún así buena parte de nuestro país se mantuvo alejado de conflictos tanto globales como regionales hasta después de la Revolución Cubana. Cultural y lingüísticamente nuestra población era occidental, ya que la gran masa de los habitantes pobres eran católicos. Si bien nuestro país había heredado de sus conquistadores ibéricos una egoísta jerarquía racial, también heredamos de los españoles, en su inmensa mayoría de sexo masculino una tradición de mestizaje en gran escala. Había poca gente que fuese totalmente blanca, salvo en los asentamientos montañosos como en Jarabacoa y Constanza y parte de la región sur del país (Baní) quienes fueron pobladas por inmigrantes europeos y con muy pocos indígenas criollos. En ambos casos el éxito y la posición social borraron las distinciones raciales y ya para 1898 en República Dominicana había como presidente un negro de descendencia haitiana, Ulises Heureaux.
Hasta el día de hoy nuestro país se ha mantenido al margen del círculo vicioso de política y nacionalismo étnicos que hace ola en los demás continentes. Además, la mayor parte de la sociedad reconocía ser lo que ahora se denomina una dependencia "neo colonial" de una potencia imperial única, los Estados Unidos. Es por ello, por esta idea, que los gobiernos dominicanos están conscientes de lo inteligente que es, estar de lado de Washington. Si no lo conocen perfectamente, al menos nuestros políticos lo interpretan instintivamente sólo viéndose en el espejo de Cuba, quien hizo su revolución y estaba dispuesta a discrepar de los norteamericanos y la OEA la expulsó. Y sin embargo, justo en el momento en que la República Dominicana y las ideologías basadas en el apogeo y el libre mercado comenzaron a eficientizar la economía, tan pronto, como sucedió empezó a desmoronarse.
En los años setenta se hizo cada vez más evidente que un sistema en declive no podía abarcar adecuadamente a unos ciudadanos cada vez más diferentes. El sistema político sería útil para unos cuantos y nos hicieron pensar que el país estaba dividido entre ricos y pobres. Desde entonces nos designaron los roles que se iban incrementando a los ojos de todos y el destino estaba plenamente justificado. La diferencia de PNB per cápita entre los ricos y pobres pasaría de colectivo a individual, es decir había dos países en uno sólo. Así nuestra sociedad, es evidente que ha dejado de ser una entidad única. A nuestros estados pobres situados en la dependencia casi absoluta y donde el creciente peso demográfico con baja productividad económica, sencillamente no nos iba tan bien, pero a pesar de todo, resultaría evidente que por más desventajas que existiera para convertirnos en ricos, de esa misma manera casi invariablemente estábamos tentados a tirarlo todo por la ventana. Al llegar los años ochenta nos llenaríamos de deudas. En segundo lugar, parte de nuestro país superaría su entorno tercermundista, algunos se industrializaban particularmente y ostensiblemente hasta unirse a ciudadanos del primer mundo, aunque continuasen mucho más pobres. Nuestras diferencias cuantitativas eran patentes. La República Dominicana del 1970 no es la misma de hoy, sin embargo sigue siendo tan pobre como ayer. Y esa es la realidad. Así que no existe ninguna definición exacta de las justificaciones de algunos teóricos sobre el tópico de que hemos avanzado. De hecho, en la categoría de países en vías de desarrollo seguimos siendo una economía de servicios, dependiendo incluso de las materias primas y remesas en dólares. Si estuviéramos dependiendo más allá de los límites de los países pobres nuestro sentido estricto hubiera sido la de una economía de mercado, o sea, de una sociedad capitalista. Una serie de países, emergieron o serían sumergidos en la pobreza. República Dominicana no escaparía a situarse en la cola de los países atrasados y aceptaría tácticamente el eufemismo de ser un país "en vías de desarrollo". Alguien tuvo la "delicadeza" de crear un subgrupo de países de rentas bajas en vías para clasificar a los tres millones de seres humanos cuyo PNB per cápita habría alcanzado un promedio de $330.00 dólares hasta 1989, distinguiéndolos de los quinientos millones de habitantes más afortunados de países menos pobres, como la República Dominicana, Ecuador y Guatemala, cuyo PNB medio era más bajo que el de los privilegiados del tercer mundo (Brasil, México, y Malasia) con un promedio ocho veces mayor. Los aproximadamente ochocientos millones del grupo más próspero disfrutaban en teoría de un PNB por persona de $18,260.00 dólares, es decir, cincuenta y cinco veces más que las tres quintas partes de la humanidad, incluyendo obviamente nuestro país. En la práctica, a medida que la economía mundial se fue globalizando, en serio, sobre todo tras la caída de la Unión Soviética, se fue convirtiendo en más puramente capitalización y dominada por el mundo de los negocios. Los inversionistas y empresarios descubrieron que gran parte del no poseía ningún interés económico para ellos, a menos, qui-que pudiesen sobornar a sus políticos y funcionarios, para que el proyecto de prestigio, y el dinero, nos lo sacarían del a costa de las "consideraciones de los jefes de Estado".
En nuestro país la cantidad desproporcionada de ciudadanos se encuentra en los mismos niveles de vida que países africanos. De manera, que la guerra fría nos privó de ayudas económicas. Además, con el aumento de la división entre los pobres, la globalización de la economía produjo movimientos, en especial de personas, que cruzaban las y regiones. Turistas de países ricos nos invaden como jamás habían hecho. A mediados de los años ochenta, miles de turistas procedentes de motivarían la economía con una enorme mano de obra procede sectores pobres siempre que las barreras políticas no lo frena-Por desgracia, en los decadentes años setenta y ochenta, los movimientos migratorios no se dirigían directamente a la capital. El número de campesinos en las grandes urbes rurales creció y se dispararía en apenas 20 años (1965-1985). La mayoría emigraba después de abandonar los conucos y las siembras, pero una parte importante venía de la frontera escapando de la miseria y se convertirían en ciudadanos cada vez más difíciles de separar de los torrentes de hombres, mujeres y niños que huían desesperados hacia un mundo moderno. Así que, desarraigados de su entorno y enfrentando a ciudadanos más capacitados se convertirían en virtuales refugiados en la capital sin ordenamiento urbano con excepción de algunos sectores privilegiados cuyos habitantes no fomentaban, ni permitían, la entrada de "inmigrantes", de otros barrios o pueblos a quienes consideraban menos. Aun cuando los teóricos no se refieran a este tópico, este rechazo podría considerarse como un nuevo síndrome social en la comunidad la xenofobia local. De manera, que el asombroso salto de la economía del mundo capitalista y su creciente globalización provocaría la división del concepto de nación de República Dominicana, puesto que, el concepto de tercer mundo sería asimilado por aquellos que se situaron conscientemente en la práctica totalidad de los habitantes pobres del país y quienes viven en la actualidad en el mundo moderno. En realidad, muchos de los movimientos tradicionales y nominalmente conservadores ganarían terreno en un país con mentalidad oligárquica del tercer mundo, sobre todo, pero no exclusivamente, en la clase baja, que son masas irredentas que se resisten o los han empujado contra la modernidad y a los cuales se les ha aplicado esta vaga denominación. La gente sabe ahora que forma parte de un mundo que no era como el de nuestros abuelos. Los alimentos nos llegaban por autobús a través de avenidas polvorientas, en forma de radio de pilas, quizás, hasta a los analfabetos, en su propia lengua, o dialecto, no escritos, aunque suele ser un privilegio de las comunidades campesinas. Pero en un país donde la gente de campo emigra a Santo Domingo por millones, e incluso en ciudades como Santiago y Puerto Plata donde las poblaciones urbanas superiores a un tercio eran habituales, casi todos habían trabajado en la capital o tienen un pariente que vive allí. Desde entonces, pueblo y ciudad están unidos. Hasta los campos y regiones más despobladas, quienes viven en chozas sin electricidad, ni agua potable, se pueden observar botellas de Coca Cola vacías y productos de consumo nacional a gran escala, e incluso relojes de marca donde además se comercializan. Los gobiernos dominicanos tuvieron menos éxito y probablemente subestimaron las limitaciones de nuestro atraso, falta de técnicos, administradores y cuadros económicos cualificados y con experiencia, analfabetismo, desconocimiento y desconfianza hacia los programas de modernización económica, sobre todo cuando nuestros presidentes sin excepción, se imponían objetivos difíciles de cumplir. El resultado fue un desastre que empeoró todavía más con el hundimiento del precio del azúcar en los años setenta. Para 1976 los grandes proyectos habían fracasado, la industria de nuestro pequeño país solo se podía proteger detrás de altísimos aranceles, controles de precios y permisos de importación, lo cual provocó el florecimiento de economía sumergida y de una corrupción general que se ha convertido en inerradicable. Tres cuartas partes de todos los asalariados eran empleados públicos, mientras la agricultura de subsistencia quedó abandonada. Tras el derrocamiento de Juan Bosch mediante el consabido Golpe Militar (1963) el país prosiguió su desilusionada andanza entre una serie de gobiernos en ocasiones civiles, aunque generalmente de militares desilusionados. El funesto balance de nuestro país, no debería inducirnos a subestimar los importantes logros décadas después en el afianzamiento de una democracia "maquillada". Así pues, el desarrollo económico fue decepcionante y dependía de las condiciones de los errores humanos y del sistema imperialista norteamericano. Nuestro "desarrollo", dirigido o no por el estado, no resulta del interés inmediato para la gran mayoría de los dominicanos que vivía del cultivo de sus propios alimentos, pues, nuestras fuentes de ingresos principales eran una o dos cultivos de importación, café, plátanos o cacao, productos que suelen concentrarse en áreas muy determinadas. Así pues, emularíamos a los chinos pobres de la parte Sur y a los indigentes africanos, quienes continuaban viviendo de la agricultura. De manera que la visión occidental del campesino dominicano, estaba apenas iniciando una copia en calco de las migraciones en todo el continente del área rural a las urbes, volcando sobre nuestras ciudades olas de desempleo y que apenas dos décadas cambiarían la estructura de Santo Domingo y Santiago. En algunas regiones fértiles y con una densidad poblacional no excesiva, como buena parte del Cibao, la Romana y Baní la mayoría de las gentes se las había ingeniado para mantener un nivel de vida adecuado. La mayoría de las ciudades con baja densidad y empleo aún precario, no necesitaba del Estado dominicano por general demasiado débil, y los habitantes de esta zona prescindieron de los políticos y el poder, refugiándose en la autosuficiencia de la vida rural. Cuidadosamente, pocos países en procesos revolucionarios iniciaron la era de la independencia con mayores ventajas que los dominicanos, aunque nosotros muy pronto desperdiciaremos la capacidad geopolítica del entorno. La mayoría de nuestros campesinos era mucho más pobre que los del resto del continente, y para colmo, estaba mucho peor alimentado, y la presión demográfica sobre una cantidad limitada de tierra, era más grave para la economía que nunca antes. No obstante, nuestros gobiernos entendieron conjuntamente con sus habitantes que la mayor de sus problemas no era mezclarse con los que decían que el desarrollo económico les proporcionaba las riquezas y prosperidad sin ningún tipo de bulto, sino mantenerles pobres. La experiencia de décadas, tanto colectiva como individual era que nuestros antepasados nos inculcaron que nada bueno provenía de lo extraño. Generaciones de planificadores hicieron cálculos donde nos pretendieron asimilar que era mejor minimizar los riesgos antes que maximizar los beneficios. Esto nos mantendría al margen de la Revolución Económica Global, que solo llegaría hasta los más asimilados en forma de camiones viejos, sandalias de goma y despachos llenos de papeles, sino que además esta revolución, tendió a dividir a la población de estas zonas entre los que actuaban dentro o a través del mundo de la escritura y de los despachos de los demás.
En la mayor parte del tercer mundo dominicano y rural la distinción básica era entre la costa y el interior, o entre la ciudad y los pueblos. El problema radicaba en como los ciudadanos y el gobierno marchaban juntos hacia la modernidad en un país lleno de cultos y analfabetos, modernidad y primitivismo y un montón de estereotipos foráneos. Nuestras asambleas legislativas en un principio representaban a comerciantes que defendían con sumo celo los intereses del capital de la familia en lugar de la soberanía dominicana o los intereses patrios. Apenas, habían Licenciados, incluyendo pocos doctores, si es que existieron y muy pocos habían cursado estudios secundarios o superiores. Por aquella época nuestro territorio poseía una población analfabeta, mas aún, toda persona que deseaba ejercer alguna actividad dentro del centro del gobierno "nacional" en un estado pobre y asimilado como el nuestro, tenia que saber leer y escribir, no por obligación, sino por la carencia de este elemental principio básico del ser humano. Pocos hablaban ingles, francés y esto se convertía en un privilegio del que muy pocos disfrutaban. Podrían tentarles a vender sus excedentes antes que comérselos y bebérselos en los pueblos. Este hecho sería la soga que acabaría estrangulando la democracia. Cuarenta años después, circunstancias similares pone en juego el Estado de Derecho en nuestro país, desestabilizando la productividad. Hoy, aún cuando no es nuestra intención analizar el proceso actual, los obreros deben estar preguntándose por qué deben aumentar su salario real si de todas maneras la economía dominicana no les produce artículos de consumo para comprar con esos aumentos salariales. Este sencillo dato ilustra la posible desintegración de la democracia dominicana. Pero ¿Cómo podían producirse esos artículos de consumo a menos que los trabajadores criollos aumentasen la productividad? Por consiguiente, no resulta muy probable que nuestra democracia logre un crecimiento económico equilibrado, basado en una economía agrícola de mercado dirigida desde arriba por el Estado. Para unos regímenes comprometidos con el clientelísmo, en todo caso, los argumentos en contra son contundentes. Las escasas fuerzas dedicadas a la construcción de la sociedad quedaron a merced de la producción de mercancías en pequeña escala y de la pequeña empresa, que acabaron regresando al capitalismo, que la revolución acababa de "derrocar", y sin embargo, lo que hizo vacilar a los partidos políticos tradicionales era el costo previsible de la alternativa. De manera que la industrialización forzosa implicaba una segunda revolución, pero esta vez no desde abajo, sino impuesto por el poder del Estado desde arriba. Balaguer, quien presidió la era del "boato" y la lisonja, fue una autócrata feroz, con aptitud hacia la manipulación excepcional o, a decir de muchos, únicas. Pocos hombres han sumido la personalidad dominicana en tal escala. No cabe dudas de que bajo su liderazgo de alguna manera los sufrimientos del pueblo dominicano aumentaron. No obstante, cualquier político de modernización acelerada de Santo Domingo, en las circunstancias de la época, había resultado correcta, aún despiadada con sus opositores ideológicos, imponiendo en contra de la mayoría de la población, a la que condenaba a grandes sacrificios, impuestos en buena medida por la coacción. En cualquier esquina de la capital podemos observar a ciudadanos dominicanos pobres vendiendo con el mismo nivel de habilidad de ciudadanos del primer mundo. La capital se ha convertido en el espejo del cambio aunque la verdad es que los capitaleños no son modernos por definición, es decir, son atrasados. Aún así, la idea de un joven estudiante de uno de los barrios de la ciudad con niveles de marginalidad es inscribirse en una universidad privada, debido a que, sus padres o al menos el instinto, les dice que donde hay roce social hay progreso. Por más que los pobres dominicanos utilizasen las herramientas de la sociedad tradicional moderna para construir su propia existencia urbana, creando y habitando nuevos barrios "pujantes" en la capital y Santiago resulta demasiado, para, lo que, habían de superar y los hábitos propios de los inmigrantes de los campos entran en conflicto con los tradicionales. Por eso un cibaeño confrontará a un capitaleño y viceversa. Los estilos de vida son diferentes y las costumbres del hombre de la ciudad con mayores perspectivas, es natural, al rechazo regional. En ninguna otra faceta resultaba todo ello más visible en el comportamiento de las jóvenes adolescentes de cuya ruptura con las tradiciones de sus abuelos comentan con nostalgia sus madres. La idea de la modernidad en nuestro país pasó de la ciudad al campo, incluso donde todavía hoy, se vive del cultivo, de variedades de cereales diseñados científicamente y que apenas hoy se comienza difundir, aún cuando tarde, a través del cultivo de exportación de frutas y vegetales para los mercados mundiales, gracias al transporte por vía aérea de productos perecederos y a las nuevas modas entre consumidores del mundo desarrollado.
Los dominicanos no deben subestimar las consecuencias de estos cambios en el mundo rural. En ninguna otra parte, el choque ha sido tan frontalmente brusco como en los campos agrícolas y ganaderos, donde los hombres abandonan los cultivos y las mujeres se convierten en mercado. Además, uno de los caos más llamativos es el aumento del consumo de drogas narcóticas en la población rural. Ni hablar de los críos, quienes hoy como moda consumen cocaína. La globalización ha desvirtuado el mercado y nos golpea despiadadamente colisionando, incluso, las estructuras más débiles de nuestra nación a través del turismo, la niñez. Además, llegaría la proliferación de cultivos de marihuana. ¿Cómo puede un agricultor de yuca y batata competir con un cultivo de marihuana? El modo de vida de la población rural, ha comenzado a desarticularse. Es inestable, fruto de la pobreza casi clonada y donde los bares y burdeles.
El campo dominicano se ha transformado, pero esto ha dependido de la civilización urbana y las industrias, pues nuestra economía depende a menudo de las remesas de los inmigrantes como los denominaos peyorativamente "York dominicans" y en el mejor de los casos “dominicanos ausentes" a quienes le debemos todavía hoy, que somos al menos una nación. Paradójicamente en República Dominicana al igual que los Estados Unidos, la ciudad puede convertirse en la salvación de la economía rural que de no ser por el impacto de aquella, podría haber quedado abandonada por unos ciudadanos que habían aprendido de la experiencia de la emigración, propia de nuestros campesinos, donde hombres mujeres no tienen alternativas. Los dominicanos han descubierto que no es inevitable que tuvieran que trabajar como esclavos toda sembrando en la tierra, defecando en letrinas, y sudando la gota gorda, sin ninguna fortuna como lo hicieron sus antepasados. Numerosas poblaciones rurales de todo el país, en las impresionantes montañas dominicanas, desdeñan la agricultura y la hermosura de sus paisajes y han abandonado sus lugares de origen a partir de que se cuenta que en la capital hay un mundo mejor. Olvidaron sus raíces, sus tradiciones y prefirieron poner un puesto de frutas que cultivar, aún cuando en sus mentes poseían un carácter agrícola. y saben que con el paso del tiempo a través de los ingresos procedentes de sus puestos de ventas tendrán otra procedencia social.

CAPITULO II
Capitulo II
LA ERA DE LOS CEREBROS OPTIMISTAS
En un momento determinado del último tercio del siglo la gran desigualdad social que separaba las reducidas minorías gobernantes modernizados u occidentales de nuestro país empezó a colmarse fruto de la transformación general de la sociedad. Aún nuestros reconocidos intelectuales desconocen como ni cuando la pobreza dominicana surgió, ni qué nuevas percepciones creó, o los mecanismos necesarios para efectuar estudios de mercado o de opinión o de departamentos universitarios de ciencias sociales con estudiantes de doctorado a los cuales poder mantener ocupados.
En cualquier caso, lo que sucede con las comunidades de base es que siempre resulta difícil describirlo, incluso en los países más documentados, hasta que ya ha sucedido, lo cual explica por que las etapas iniciales de las nuevas modas sociales y culturales de los jóvenes resultan imprescindibles, y a menudo irreconocibles, incluso para quienes viven a costa de ellas, como quienes se dedicaban a la industria de la cultura popular, e incluso para la generación de los padres. Lo que estaba pasando, más allá de las conciencias de las élites de la sociedad dominicana era el fenómeno de la concientización social, desarrollada instintivamente por cada vez mayor cantidad de dominicanos, cuya actitud reflejaba independencia, aunque hasta entonces fueron colonia, y les pareció necesario ser hostil al Estado que no les facilitaba siquiera educación y que para el ojo de la mayoría de observadores República Dominicana era un país rico mal administrado. Esa mentira, mal interpretada cambiaría de la noche a la mañana cuando los noticieros de televisión y radio informaban al mundo cuales eran nuestras cerradas políticas de aislamiento, generador de nuestra actual pobreza.
Llegados los años sesenta los indicios de una importante transformación social eran ya visibles en el mundo occidental dominicano, e innegables en los suburbios violentos, llenos de miseria donde lo indecible se hace cotidiano.
Paradójicamente en los lugares donde el desarrollo se estancaría corresponde al mundo socialista dominicano, aunque no suele reconocerse, que la revolución comunista fue un mecanismo de conservación, que si bien proponía transformaciones en el modelo económico a favor de la gente, el Estado y la propiedad apenas se congelaron por su forma prerevolucionaria, o en todo caso, los protegió de los cambios subversivos y continuos de las sociedades capitalistas. En cualquier circunstancia , el poder radicaba en el simple poder del Estado oligárquico , ineficaz, lleno de una retórica hueca, haciendo referencias de totalitarismo a cuyos líderes aún hoy les encanta creer. Los romanenses y banilejos están más alfabetizados y secularizados que los fronterizos de Pedernales y Montecristi, pero es probable que sus formas de vida no fuesen diferentes como se podría creer al cabo de ideas socialistas.
Las consecuencias culturales de nuestra transformación social es algo a lo que tendrán que enfrentarse los historiadores.
Está claro que incluso en sociedades muy tradicionales los sistemas de obligaciones mutuas y de costumbres sufrieron tensiones cada vez mayores. La familia dominicana funciona bajo una tensión sistemática. Sus cimientos están debilitados. Es más, a los ancianos del campo y los jóvenes de la ciudad los separan miles de kilómetros de carreteras inservibles y siglos de desarrollo. Políticamente es más fácil evaluar las consecuencias más difíciles del análisis.
Y es que, con la interrupción en masa de esta población, o por le menos de los jóvenes y habitantes de la capital, en el mundo moderno dominicano se desafía el monopolio de reducidas élites que configuran la primera generación de la historia colonial. Un rasgo ascendente y el cual nos pinta de cuerpo entero como sociedad encerrada es reconocer el estatus de una persona por su sonoro apellido, no, solo por distinción sino por diferencia. Además, los programas, ideologías y el propio vocabulario y reducida creatividad de sintaxis de los discursos públicos es una inexplicable y sencilla manera de entender la falta de ciudadanos instruidos, sobre la cual está basamentado el porvenir de la República Dominicana.
Esto se debe a que las masas urbanas o urbanizados, incluyendo la enorme clase media aún fueran cultas, no son, y por su mismo número, miembros de la èlite, cuyos miembros se anillaban para preferir estar al mismo nivel que el español colonizador, o en un caso moderno, situarse al lado de sus estudios realizados en Europa o Norteamérica.
A menudo resulta muy evidente que el pueblo, el ciudadano común se siente resentido con ellos. De manera, que la gran masa de los pobres no comparte la idea de tener fe en ideas que desconocía y por ende prefería aspirar a su propio progreso secular. El conflicto aumentó cuando los antiguos dirigentes dominicanos y la nueva visión global de la democracia se convertía en un manifiesto crítico público, desnudo, y tras de cada palabra existían “truños” comprensibles, pues para un cronista de la actual época resulta risible observar los tropiezos infantiles a los que estaba expuesto el país. Es decir, algunos con acceso a informaciones, reducen a su grado mínimo la generalidad de los ineptos dirigentes quienes pretenden conservar sus vagas ideas sobre conflictos superados.
Un ejemplo de ello, es el nutrido apoyo de un contado exclusivismo nacional impregnado en el conservadurismo de clase. Este conflicto tiene sus raíces en la profunda crisis de la identidad de nuestro pueblo cuyo orden social ha sido reducido a pedazos y el auge del amplio estrato social de jóvenes mejor preparados.
El pueblo transformado por la constante migración del campo a la ciudad, dividido por las diferencias cada vez mayores entre ricos y pobres que creaba la economía monetaria, hostigados por la inestabilidad que provocaba una movilidad social desigual basada en la educación, así como por la desaparición de los indicadores materiales y lingüísticos de castas y nivel que separaban a los dominicanos, pero que no dejaban incógnitas en cuanto a su realidad, viven un estado de ansiedad permanente acerca de su destino. Se han utilizado estos hechos para explicar entre otras cosas, la aparición de nuevos ritos, símbolos e ídolos de comunidades nuevas, como el repentino surgimiento de cultos de Yoga, en los años ochenta, en sustitución de formas seculares y familiares o la institución de jornadas deportivas escolares inauguradas con la presentación del himno nacional, irónicamente en cintas magnetofónicas.
Es por ello que Santo Domingo aun cuando cambia, ese último fenómeno no es vigoroso. Nuestro porvenir es cada vez más inflamable. Nuestra política nacional jamás ha existido, han sido grupos que de alguna manera han entendido el poder y se lo han repartido, conjuntamente, y por tanto no permiten que el sistema funcione. En algunos sectores de la política tradicional donde existe aceptación sustancial de la ciudadanía, la clase política que dirigía sus demandas aún podría mantener cierto grado de continuidad. Los dominicanos siguen siendo tan liberales y conservadores como lo han sido durante un siglo, aunque están dispuestos a discrepar de sus principios e intereses si estos están en juego.
El congreso está dividido, ha cambiado, y se ha reformado en apenas 35 años (1966-2000) pero hasta los años noventa, en República Dominicana, las elecciones generales, con contadísimas excepciones, siguieron ganándolas quienes apelaban a los objetivos y tradiciones históricas, lo cual traduce el atraso del sistema político y social dominicano, encabezado por Joaquín Balaguer. Aún cuando el comunismo se desintegraba en el resto del mundo, la arraigada tradición izquierdista de algunos dominicanos, así como una capacidad competente de sus miembros, mantienen vivas la permanencia de ideas comunistas en Santo Domingo.
Los cambios estructurales podían en sí mismos llevar a la política dominicana por caminos conocidos por ciudadanos del primer mundo. En nuestros países era probable que surgiese una clase industrial que luchase por sus derechos y por la creación de sindicatos como lo demuestra la historia reciente.
No tenían porque parecer partidos políticos y obreros al mismo tiempo, al modo de los movimientos democráticos de la República Dominicana del Caribe de 1930, aunque no deje de ser significativo que se produjeran manifestaciones políticas influyentes en el ámbito nacional, justamente de ese tipo, en los años setenta: el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Sin embargo, la tradición del movimiento obrero en su lugar de origen, era una combinación de un derecho laboral de corte populista con la militancia de obreros comunistas, y la tradición de los intelectuales que acudieron con su izquierdismo sin fisuras, como la era ideológica del clero católico cuyo sostén contribuyó a llevar el proyecto de partido a un buen puerto.
Por otro lado, el rápido crecimiento en la industria tenderá a generar una capa social profesional amplia y cultivada que pasó a no ser subversiva en absoluto; quienes habrían acogido con sumo gusto la liberación de regímenes autoritarios diferentes en la sociedad dominicana.
No obstante, habría amplias zonas del tercer mundo dominicanas donde las consecuencias políticas de la transformación social, era realmente imposible de presidir. Lo que era seguro, era que seríamos inestables e inflamables como lo atestigua el medio siglo transcurrido desde el arribo al poder de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961). La mayor parte de Santo Domingo y Santiago proseguían siendo un modelo de progreso más adecuado y esperanzador que el resto de las urbes rurales.
Cuando hubo pasado las guerras de independencia, restauración primero, y de la guerra civil, después, a principios de los años setenta, y dejó de correr la sangre de los cadáveres y de las heridas, parte de lo que hasta 1970 había sido el sistema político dominicano ortodoxo se mantuvo intacto, pero bajo la autoridad de clanes y consagrado a la construcción de maquinarias electorales. El Partido Revolucionario Dominicano fue el único de los antiguos partidos dinásticos que sobrevivió a la dictadura de Trujillo, que hizo trizas el sistema nacional, cuyo representante de todos los fieles trujillistas mantenía una relación con la iglesia de Roma, Joaquín Balaguer.
Los Partidos políticos emergentes satelitales se desintegrarían bajo el peso de la derrota. Que el PRD sobreviviera como una sola entidad se debió probablemente a la revolución de abril, pues las tensiones que habían acabado con los demás partidos anteriores, aparecieron o reaparecieron en la República hasta finales de los años setenta, cuando el sistema democrático abdicó bajo el régimen de los doce años (1966-1978). Lo que realmente nos trajo el futuro, lo que nació a principios de los años treinta fue un solo estado, muy pobre y atrasado que la República del siglo 19, pero de enormes dimensiones como prefieren presumir los clanes intelectuales izquierdistas en el periodo comprendido entre la guerra civil de 1965 y los períodos de posguerra dedicados a crear una sociedad diferente opuesta al capitalismo.
En 1970 las fronteras de nuestro país hacia el mundo capitalista se ampliaron considerablemente. Europa incluyó la zona comprendida al este, de manera que hasta Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria y Alemania pasaron a la zona socialista, así como la parte ocupada de Alemania, ocupada por el ejército rojo después de la guerra. La mayoría de las ideas progresistas se irían perdiendo como consecuencia de la guerra y la persecución política (1966-1978) y apenas algunos reaparecían en el camino del desarrollo que antes había sido para todos.
Los partidos tradicionales fueron invadidos de seguidores socialistas y lograron legitimidad política cuando comprendieron que todo estaba perdido. La entrada al escenario del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), estructurado sobre bases justificadas como una necesidad de la época , amplió el horizonte de mayor desconfianza para los representantes del estatus quo dominicano. Gracias al enorme pensamiento de Juan Bosch esta entidad política sobrevivió a los embates y agresiones tan comunes en el cerrado sistema de partidos políticos.
Esta era precisamente la parte del Caribe donde el sistema socialista, a partir de un momento determinado de los años setenta, pasó a conocerse bajo la terminología ideológica soviética , como países realmente socialistas, irónicamente un término ambiguo que implicaba o sugería que podían haber otras clases distintas y mejores de socialismo, pero que en la práctica ésta era la única que funcionaba.
Nuestro sistema social y económico, además del régimen político se desmoronaría por completo hacia el tránsito de la década de los años setenta y ochenta, Antonio Guzmán (1978-1982) y Salvador Jorge Blanco (1982-1986).
Nuestros partidos políticos se mantenían, aunque la reestructura económica que emprendieron representaba la liquidación de la democracia tal como hasta entonces la habían entendido los caudillos sobre todo en la decadente clase empresarial. Los regímenes autoritarios desanimados geopolíticamente y que nosotros imitamos o nos inspiramos en ellos ya no les quedaba mucho de vida. Era obvio que lo primero que tuvimos que escribir acerca de la democracia es que durante la mayor parte de su existencia (si que alguna vez existió) formó un subuniverso autónomo y en gran medida autosuficiente política y económicamente.
Las relaciones de nuestros gobiernos contemporáneos con el resto de la economía mundial capitalista o dominada por el capitalismo de los países desarrollados, eran muy escasas. Incluso en el momento culminante de la expansión de el 100 por ciento de las exportaciones de las economías de mercado desarrollado iba a parar a las economías planificadas como la nuestra .
Llegados los años ochenta la proporción de exportaciones hacia la República Dominicana no era mucho mayor. Las economías pobres y dependientes exportaban una parte de sus modestas exportaciones al resto del mundo, pero jamás lograrían crear riqueza interna en sus países; además dos tercios de nuestro comercio internacional en los años 70 y 80 se realizaban en nuestra propia zona. Por razones evidentes hubo pocos movimientos políticos y humanos entre nuestro primer mundo y el segundo aunque algunos comenzarían a fomentar la industria turística a partir de los años ochenta. La emigración y los desplazamientos temporales de nuestros ciudadanos estaban estrechamente vigilados, y a veces eran prácticamente imposibles.
Los sistemas de partidos nacionales eran básicamente imitaciones los cuales no poseían relaciones equivalentes en el mundo. Nuestros políticos basaban su liderazgo en fuertes voluntades y caracteres, un ejemplo de ello fue José Francisco Peña Gómez, quien monopolizaría el poder y gestionaba una planificación centralizada, e impuso por lo menos teóricamente a lo interno de su partido un credo populista a los miembros del PRD. Esto motivaba a la división de clase entre los intelectuales cuyas incomprensiones mutuas poseían el grado de ignorancia para gobernar un país en vías de desarrollo.
Durante largos períodos fue muy poca la información la que sobre nosotros mismos conocería el mundo. Rafael Leónidas Trujillo y Joaquín Balaguer encabezaron ese proyecto de aislamiento, apoyados en principio por los empresarios, militares, iglesia, e intelectuales cuyas generaciones aún mantienen presencia activa en sectores importantes de sus diferentes ramas, lo cual nos presenta como una casta de clase si propósitos más que individuales. A su vez, incluso, a ciudadanos cultos y refinados que no entendieron o se hicieron de la vista gorda, poco les resultaba importante lo que sucede en los sectores marginados de su propio país, debido a que no poseen conciencia de clase.
Además es comprensible que luchen por mantener su pasado, presente sin separar las fortunas mal habidas y rasgos éticos. Conocidos los motivos fundamentales de la separación clasista de los gobiernos y partidos políticos , eran sin duda los residuos de la tiranía. Luego de la revolución de 1965, la izquierda dominicana veía en el capitalismo al enemigo que había que derrotar lo antes posible mediante la articulación del discurso hueco y la revolución urbana.
Los izquierdistas se quedaron aislados, rodeados por una sociedad pobre que deseaba escuchar el aumento de los salarios reales del pueblo, fascinado, por ser parte del sistema político nacional el cual los haría ciudadanos ricos y honorables de la noche a la mañana. Este último rasgo representa una característica oculta que a los conservadores dominicanos les encanta evadir.
Al principio de los años ochenta, República Dominicana quedó aislada, rodeada por un mundo capitalista desarrollado, muchos de cuyos gobiernos deseaban impedir la consolidación de nuestras economías. El mero hecho de que en los años setenta a los dominicanos se les sellara el pasaporte cuando viajaban a Cuba, resultaba una ofensa para los Estados Unidos. Tal es así, que hasta el acontecimiento diplomático de nuestra existencia podría considerarse como un reconocimiento, lo cual demuestra nuestra condición moderna como colonia.
Trujillo, siempre realista, estuvo dispuesto, y hasta ansioso para colaborar con los norteamericanos en principio, a los europeos después, para luego encontrar que no aceptaron su oferta. Así, pues, República Dominicana se vería obligada a emprender un desarrollo autárquico, prácticamente aislada del resto de la economía mundial, que paradójicamente pronto le proporcionaría su argumento ideológico más poderoso: el nacionalismo per se; al parecer inmune a la persecución diplomática que asoló su régimen luego del asesinato de las Hermanas Mirabal.
La política contribuyó una vez más a aislar la economía dominicana en los años treinta y todavía más en los sesenta. La guerra fría congelaría las relaciones, tanto políticas como económicas con los países socialistas. A efectos prácticos, todas las relaciones económicas entre Santo Domingo y las zonas izquierdistas del mundo, aparte de ser triviales o inconfesables, tenían que pasar por los controles estatales impuestos por ambos.
El comercio entre República Dominicana, el bloque socialista y demás países capitalistas estaban en función de las relaciones públicas. No fue hasta los años setenta y ochenta cuando aparecieron indicios de que el universo autónomo del poder político dominicano se estaba integrando en la economía mundial. Las economías de planificación centralizada y las de corte occidental podrían estar estrechamente vinculadas como lo demuestra la apertura hacia Cuba y los países de órbita socialista como lo indicaban nuestras tarjetas de pasaportes hasta 1978.
Este simple dato indicaba que nos estábamos integrando económicamente. Visto en perspectiva, puede decirse que ese fue el principio del final de las ideas socialistas en Santo Domingo. Aún cuando no existe razón teórica por la que la economía, tal como surgió de la revolución en 1965 y las expediciones de Maimón y Estero Hondo, no hubiese podido evolucionar en relación más íntima con el resto de la economía mundial. Los sectores oligárquicos de la República Dominicana, unidos a reaccionarios de la derecha conservadora estaban íntimamente vinculados, como se demuestra, en la sociedad de 1970 , que en un momento determinado obtenían la cuarta parte de sus importaciones y demandas políticas bajo un proteccionismo sin rodeos.
Sin embargo, la República moderna de la cual hablan los políticos con pensamientos nuevos fue la que surgió a partir de 1990 de la cual se ocuparan de hablar los historiadores y por lo cual aún tenemos esperanzas de que podemos existir. El hecho fundamental de que la República Dominicana persista en sus afanes de luchar contra la pobreza significa al menos de que esperamos sobrevivir al aislamiento y fortalece la identidad de algunos idealistas utópicos de que pudiéramos convertirnos en el centro del liderazgo de una economía global en el Caribe.
Ninguno de los partidos políticos nacionales y sus seguidores habían considerado necesaria la economía popular para el establecimiento de una economía de mercado ; que en nuestro país estaban presentes las bases para el desarrollo social y económico. Los lideres y pensadores nacionales marchaban al paso de su propio atraso y veían sólo una masa indigente (pueblo) que le protegía y maldecía cada cuatro años. Los gobiernos dominicanos les interesaban precipitar los estallidos sociales, si partimos de sus ejecutorias cotidianas. Las condiciones previas para la constitución de la democracia no fueron exactamente lo que suponía que iba a ocurrir entre 1966-1967, y lo que parecía justificar la polémica decisión de trazar una estrategia para la conquista del poder de los remanentes de Trujillo, que significó en madres solteras, hijos huérfanos y una economía asistencialista de pobreza.
Los subsidios gubernamentales aumentaron considerablemente los gobiernos de Balaguer (1966-1978) y se dispararían en los gobiernos del PRD, Antonio Guzmán (1978-1982) y Salvador Jorge Blanco (1982-1986). No es ninguna coincidencia que estos gobiernos serán juzgados severamente por los historiadores contemporáneos.
Nuestro Estado se convirtió, por lo tanto, en un programa para enriquecimiento ilícito de los políticos de turno, lo que nos haría atrasados hasta el tope. Por lo tanto, para transformar países atrasados en avanzados es necesario acentuar discursos de campañas alrededor del crecimiento económico carente de un realismo con un sistema de partidos políticos, de castas, sin planificación, y ni siquiera con los recursos humanos calificados. Esto los obliga desesperadamente a recuperar las bases del pueblo de donde provienen. Además, nuestro modelo económico todavía no es el más apropiado para nuestras realidades internas con el resto del mundo, que en su mayor parte aún reconoce la imagen, en el atraso rural de nuestros antepasados.
La fórmula dominicana del desarrollo económico consiste en la construcción ultra rápida de grupos de poder alrededor de los líderes políticos dominantes de los respectivos partidos. Los conceptos de las infraestructuras esenciales para una sociedad industrial moderna desconocidos por la mayoría de candidatos presidenciales y basados en el personalismo y en el mejor de los casos en su manera mejor pensada. República Dominicana no resultaba un modelo atractivo de inversión que Puerto Rico, Jamaica o Cuba por el hecho de ser pobre y tercermundista , sino que a los inversionistas les parece más adecuado invertir su capital privado orientado a una mejor seguridad jurídica por lo menos hacia una ventaja de persecución de beneficios.
La idea de democracia inspiraría a una serie de líderes que acaban de arribar y convertirse en poco tiempo, es lo hoy es la parasitaria clase empresarial dominicana. Rechazaban en público el proteccionismo y los bajos salarios, pero en privado le reprochaban a los gobiernos el pago de impuestos. Eso creó fuga de capitales y una evasión de impuestos que se manifiesta en inestabilidad económica. Luego, al pretender unirnos comercialmente con otros países, la fórmula que habían utilizado para crecer desorbitadamente de manera económica les pareció poco adecuado, debido a que se dieron cuenta del sistema primitivo y agrícola con que contaban en comparación con países globalizados, con capacidad para competir con sus productos internacionalmente.
Con su habitual realismo, Balaguer introdujo la nueva política económica a partir de 1966, lo que significaba en la práctica el restablecimiento del mercado y suponía una retirada del populismo de guerra al capitalismo de estado. Fue en ese mismo momento en el que la economía dominicana ya de por sí retrógrada, había quedado reducida al 50 por ciento su tamaño de antes de la guerra de abril (1965), cuando la necesidad de proceder a una industrialización masiva mediante la planificación estatal se convirtió en una prioridad del gobierno dominicano; y aunque los organismos de inteligencia del estado desmantelaron el terrorismo urbano el control y la coacción del Estado siguió siendo el único modelo conocido de una economía en que propiedad y gestión era un pecado. La electrificación de la República Dominicana tenía como objetivo la modernización tecnológica, pero la planificación estatal tenía objetivos más generales y continuó existiendo con ese nombre hasta el fin de la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), utilizada sin contemplaciones para enriquecer a grupos económicos alrededor de los partidos políticos, sin excepción.
Los radicales, agrupados tanto en la derecha como en la izquierda, querían romper lo antes posible con el sistema y emprender una campaña violenta acelerada, que fue la política que acabó adoptando Joaquín Balaguer (1966-1978). Los moderados, que habían dejado atrás el ultra radicalismo de los años sesenta, eran plenamente conscientes de las limitaciones políticas y económicas con que el sistema de partidos políticos tenía que actuar en un país más dominado incluso por la agricultura, que antes de la revolución, y eran partidarios de una transformación gradual. Bosch, no pudo expresar adecuadamente su punto de vista y sobrevivió solamente hasta finales de 1980, pero, mientras pudo hacerlo, parece haber sido partidario de la postura gradualista. Por otro lado, las polémicas entre Balaguer y Bosch en los años ochenta, eran análisis retrospectivos en la busca de una nueva alternativa en la historia social, una vía hacia una sociedad diferente de la que, ambos se habían propuesto.
Esta polémica es hoy en día irrelevante. Si miramos hacia atrás, podemos ver que la justificación original de la decisión de establecer un gobierno democrático en Santo Domingo desapareció cuando los sindicatos, y el proletariado no consiguieron adueñarse de República Dominicana. Tras la guerra de abril, se encontraba en ruinas y mucho más atrasada que en la época de los trujillistas. Es cierto que Trujillo, y la nobleza, grande y pequeña, habían desaparecido, incluso, hasta la celebración cada año del 30 de mayo. Cerca de un millón de personas emigraron del país, privando de paso al estado dominicano de una gran proporción de cuadros más preparados; y también desaparecieron el desarrollo industrial de la época trujillista, y la mayor parte de los obreros que formaban la base sociopolítica del Partido Dominicano; burgueses, muertos o dispersados por la revolución y la guerra civil, o proletarios trasladados a las oficinas del estado y de los partidos.
Lo que quedaba era una nación todavía más anclada en el pasado; la masa inmóvil e inalterable del campesinado, en las comunidades rurales restauradas, a quienes la revolución había dado tierras, o mejor, cuya ocupación y reparto de la tierra se había aceptado como el precio necesario de la victoria y la supervivencia. En muchos sentidos, la edad de oro para República Dominicana jamás ha llegado. Por encima de la masa estaba el personalismo. De manera que Balaguer, Bosch y Peña Gómez apenas representaban a nadie, en el término sociológico de la palabra, tal como lo reconocían más tarde, con su lucidez individual y habitual, donde todo lo que el partido tenía a su favor era el hecho de haber sido alguien y eso significaba un verdadero éxito en sus concepciones políticas particulares.
Con toda probabilidad, de continuar siendo, el gobierno, aceptado y consolidado el país, nada más, era necesario. Aún así, lo que gobernaba de hecho el país era una élite de burócratas grandes o pequeños, cuyo nivel medio de cultura y calificaciones era aún más bajo que antes. ¿Qué opciones tenían los gobiernos dominicanos y los capitalistas extranjeros, preocupados por los activos y las inversiones en el país? Balaguer, tuvo un relativo éxito en su empeño de restaurar la economía dominicana a partir del estado ruinoso en 1966. Al llegar los años setenta, la producción dominicana se había recuperado sustancialmente de lo que era, aunque eso no quería decir mucho. La población dominicana seguía siendo tan abrumadoramente rural como en 1900 y de hecho sólo el 12.5 por ciento de la población trabaja fuera del sector agrícola. Lo que el campesino quería vender a las ciudades, lo que quería comprarles, la parte de sus ingresos que quería ahorrar, y cuantos, de los muchos millones que habían decidido alimentarse, a sí mismos, en los pueblos, antes de enfrentarse a la miseria en la ciudad querían abandonar sus conucos.
Todo era determinante para el futuro económico de República Dominicana, pues a parte de los ingresos estatales en concepto de impuestos, el país no tenía otra fuente de inversiones y de mano de obra.
Dejando a un lado las consideraciones políticas, la continuación de la democracia con, o sin enmiendas, había producido en el mejor de los casos un ritmo de progreso modesto. Además, hasta que hubiese un desarrollo industrial mucho mayor, era muy poco lo que los campesinos podían comprar en las ciudades y que los Keynesianos afirmaban (1978) que los salarios altos, el pleno empleo y el estado del bienestar creaban la demanda del consumidor que alentaba la expansión, y que bombear más demanda en la economía era la mejor manera de afrontar las depresiones económicas.
En cualquier caso, sabían que seguir el libre mercado de Adam Smith produciría con certeza mayor crecimiento de la riqueza y las rentas (establecemos que los economistas Bernardo Vega y Carlos Despradel son mencionados como temas de estudio y algún día deberán explicar al pueblo las sugerencias que emitieron cuando fueron consultados por sus respectivos presidentes).
Antonio Guzmán (1978-1982), Salvador J. Blanco (1982-1986). En ambos casos, la economía racionalizaba un compromiso ideológico, una visión a priori de la sociedad humana. Los neoliberales veían con desconfianza y desagrado a la Suecia socialdemócrata, un espectacular éxito económico de la historia del siglo 20- no porque fuesen a tener problemas en las décadas de crisis, como les sucedió a economías de otro tipo sino porque este éxito se basaba en el famoso modelo económico sueco, con sus valores colectivistas de igualdad y solidaridad.
Por el contrario, el gobierno de Guzmán, y más tarde el de Jorge Blanco, fueron impopulares entre la población y la izquierda, porque estimulaban un egoísmo asocial e incluso antisocial. Estas posiciones dejaban poco margen para la discusión. En condiciones iguales, muchos de nosotros preferimos una sociedad cuyos ciudadanos están dispuestos a prestar ayuda desinteresada a sus semejantes, aunque sea simbólicamente, a otra en que no lo están.
A principios de los noventa el sistema político se vino abajo porque votantes se rebelaron contra su corrupción endémica, no porque muchos dominicanos hubieran sufrido por ello (muchos se beneficiaron de ello) sino, por razón moral; fueron irónicamente los que estaban integrados al sistema (PRD, PRSC).
Los paladines de la libertad individual absoluta permanecieron impasibles ante las evidentes injusticias sociales del capitalismo de libre mercado, aun cuando este no producía crecimiento económico. Por el contrario, quienes, como este autor, creen en la igualdad y la justicia social agradeceríamos la oportunidad de argumentar que el éxito económico capitalista podría incluso asentarse más firmemente en una distribución de la renta relativamente igualitaria, como en Japón, donde cada bando tradujese sus creencias fundamentales en argumentos pragmáticos, como por ejemplo, acerca de si la asignación de recursos a través de los precios de mercado era o no óptima, resulta secundario. Pero, evidentemente, ambos tenían que elaborar fórmulas políticas para enfrentarse a la ralentización económica.
En este aspecto los defensores de la economía no tuvieron éxito. Esto se debió, en parte, a que estaban obligados a mantener su compromiso político e ideológico con pleno empleo, el estado asistencialita y la política de consenso de la posguerra. O, más bien, a que se encontraban atenazados entre las exigencias del capital y del trabajo, cuando ya no existía crecimiento, lo que hizo posible el aumento conjunto de los beneficios y de las rentas que no procedían de los negocios, sin obstaculizarse mutuamente.
Una política semejante sólo podía mantenerse reduciendo el nivel de vida de los trabajadores empleados, con impuestos penalizadores sobre las rentas altas y a costa de grandes déficit. Si no volvían los tiempos del gran salto hacia delante, estas medidas sólo podían ser temporales, de modo que comenzó a darse marcha atrás desde mediados de los ochenta. A finales del siglo 20, el modelo sueco estaba en retroceso, incluso en su propio país de origen u, obviamente, en el Caribe, en una República Dominicana repleta del desempleo, la inflación, altos prestamos para pagar nóminas estatales. (Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco e Hipólito Mejía).
Sin embargo este modelo también fue minado por la mundialización de la economía que se produjo a partir de 1970, que puso a los gobiernos de todos los estados (a excepción, tal vez, de los Estados Unidos, con su enorme economía, a merced de un incontrolable mercado mundial). A principios de los ochenta incluso un país tan grande y rico como Francia, en aquella época, bajo un gobierno socialista, encontraba imposible impulsar su economía unilateralmente.
Por otra parte, los neoliberales estaban también perplejos, como resultó evidente a finales de los años ochenta. Tuvieron pocos problemas para atacar la rigidez, ineficiencia y despilfarro económico que a veces conllevaban las políticas de Joaquín Balaguer (1978-1986), cuando estas ya no pudieron mantenerse a flote gracias a la creciente ola de prosperidad , empleo e ingresos gubernamentales .
Tras los conflictos políticos de mediados de 1994 se había cumplido el margen para aplicar el limpiador neoliberal. La izquierda dominicana tuvo que acabar admitiendo que algunos de los implacables nuevos impuestos a la economía dominicana realizados por el gobierno del doctor Balaguer (1990) eran probablemente necesarios. Habían buenas razones para esa desilusión acerca de la gestión de las industrias estatales y de la Administración Pública que acabó ser tan común en los ochenta. Sin embargo, la simple fe en que la empresa era buena y el gobierno malo no constituía una política económica alternativa. Ni podía ser, en un mundo en el cual, incluso en los Estados Unidos (Ronald Reagan) el gasto del Gobierno Central representaba casi un cuarto del PNB, y en los países desarrollados, de la Europa comunitaria, casi el 40%. Estos enormes pedazos de la economía podían administrarse con un estilo empresarial, con el adecuado sentido de los costos y los beneficios, pero no podían operar como mercados aunque lo pretendiesen los ideólogos. En cualquier caso, la mayoría de los gobiernos liberales se vieron obligados a gestionar y a dirigir sus economías aun cuando pretendiesen que se limitaban a estimular las fuerzas del mercado. Además, no existía ninguna fórmula con la que se pudiese reducir el peso del Estado. (Ayuntamientos-PRD). Tras catorce años fuera del poder, el más ideológico de los regímenes del populismo, el Santo Domingo Hipolitista, acabó gravando a sus ciudadanos con una carga impositiva considerablemente mayor que la que habían soportado bajo el gobierno de la Liberación.
De hecho, no hubo nunca una política económica neoliberal única y específica excepto después de 1990, en los antiguos pensadores del área marxista donde con el asesoramiento de jóvenes leones de la economía occidental se hicieron intentos, condenados previsiblemente al desastre político luego de implantar una economía de mercado de un día para otro. El principal régimen neoliberal, los Estados Unidos del presidente Reagan, aunque oficialmente comprometidos con el conservadurismo fiscal (equilibrio presupuestario) y con el monetarismo de Milton Friedman, utilizaron en realidad métodos keynesianos para intentar salir de la depresión 1979-1982 creando un déficit gigantesco y poniendo en marcha un no menos gigantesco plan armamentístico. Lejos de dar el valor del dólar a merced del mercado y de la ortodoxia monetaria, Washington volvió después de 1984 a la intervención deliberada a través de la presión diplomática. Así ocurrió con las regiones de Latinoamérica y el Caribe, más comprometidos con la economía del laissez-faire y resultaron algunas veces ser especialmente Leonel Fernández, profunda y visceralmente nacionalistas e irónicamente confiados del mundo exterior.
Los historiadores no pueden hacer otra cosa que constatar que ambas actitudes son contradictorias. En cualquier caso, el triunfalismo neoliberal no sobrevivió a los reveses de la economía mundial de principios de los noventa, ni tal vez tampoco al inesperado descubrimiento de que la economía más dinámica y de más rápido crecimiento del planeta, tras la caída del comunismo soviético, era la China comunista, lo cual llevó a los profesores de las escuelas de administración de empresas occidentales y los autores de manuales de esta materia a estudiar las enseñanzas de Confucio en relación con los secretos del éxito empresarial.
(José Luis Alemán). Lo que hizo que los problemas económicos de las décadas de crisis en República Dominicana resultaran más preocupantes (y socialmente subversivos) fue que las fluctuaciones coyunturales coincidieron con cataclismos estructurales. La economía mundial que afrontaba los problemas de los setenta y los ochenta ya no era la economía de la edad de oro, aunque era, como hemos visto, el producto predecible de la época.
Su sistema productivo quedó transformado por la tecnología y se globalizó extraordinariamente, con consecuencias espectaculares. Además, en los años setenta era imposible intuir las revolucionarias consecuencias sociales y culturales, así como sus potenciales consecuencias ecológicas.
Todo esto se puede explicar muy bien con los ejemplos del trabajo y el paro en una isla llamada La Española. La tendencia general de industrialización ha sido la de sustituir la destreza humana por las máquinas. El trabajo humano, por fuerzas mecánicas fue dejando a la gente sin trabajo. Se supuso, incorrectamente que el vasto crecimiento económico, de los empresarios dominicanos, crearía automáticos puestos de trabajo, más suficientes para compensar los antiguos puestos perdidos, aunque habían opiniones muy diversas al respecto, ya que la cantidad de desempleados que se precisaba para que semejante plusvalía pudiese funcionar, quebraría el estado. (ANJE). Nuestras crisis confirmaron el optimismo. El crecimiento de una parte de la República Dominicana era tan grande que la cantidad y la proporción de trabajadores industriales no descendió significativamente ni siquiera en los sectores más industrializados.
Pero las décadas de crisis empezaron a reducir el empleo en proporciones espectaculares, incluso en las industrias en proceso de expansión. El número de trabajadores disminuyó rápidamente en términos y absolutos. El creciente desempleo de estas décadas no era te cíclico, sino estructural. Los puestos de trabajos perdidos en las épocas malas no se recuperaban en las buenas, o mejor dicho, no volverían a recuperarse. Esto no sólo se debe a que la nueva división internacional del trabajo transfirió industrias a los nuevos, convirtiendo a los antiguos centros industriales en cinturones de chatarra o en espectaculares paisajes urbanos en los que se había borrado cualquier vestigio de la antigua industria, como en un estiramiento facial. (CORDE). El auge de los nuevos países industriales es sorprendente. A mediados de los ochenta, siete de estos países tercermundista consumían el 24 por 100 del acero mundial y producían el 15 por 100; tomaban índice de industrialización tan bueno como cualquier otro (México, Venezuela, Brasil y Argentina). Además en un mundo donde los flujos económicos atravesaban las fronteras estatales excepción de los dominicanos nacidos en Nueva York o los emigrantes en busca de trabajo, las industrias con uso intensivo de trabajo emigraban de los países con salarios elevados a países de salarios bajos, es decir, de los países ricos que componían el núcleo central del capitalismo, como los Estados Unidos, a los países de la periferia (República Dominicana). Cada trabajador dominicano en Madrid representa un lujo si, con sólo cruzar el océano hasta el Corte Fiel, se dispone de un trabajador que, aunque fuese inferior, costaba varias veces menos. Pero, incluso países preindustriales como el nuestro, de industrialización incipiente, estaban gobernados por la implacable lógica de la mecanización, que más pronto o más tarde haría incluso el trabajador más barato costase más caro que una máquina capaz hacer su trabajo y por lógica, igualmente implacable, de la competencia del libre comercio mundial (Zona Industrial Herrera).